Post del soci Luís Ángel Fernández Hermana
Gracias a la celebración del 30 aniversario de la fundación de la ACCC, a la que asistí invitado por la Junta como uno de los ex-presidentes, me enteré de que no había sido enviado al fuego eterno del ostracismo listero, sino que no me enteré del cambio de plataforma y, por tanto, de la necesidad de inscribirse de nuevo. O sea, era un miembro de la ACCC des-activado. Curioso, cuando Internet nos atropelló al principio de todo, fui uno de los pesados que insistía en la necesidad de dotarnos de una lista de distribución electrónica. Y al final resulta que me quedé fuera por no cumplir con mis deberes de averiguar qué había pasado. Bien, para recuperar algo del tiempo perdido, os mando un breve relato de lo que hemos estado haciendo durante los últimos 25 años y del rastro que hemos ido dejando. Porque, aunque frecuentemente parezca lo contrario, en Internet no está todo perdido.
El 9 de enero de 1996, un día como cualquier otro, sin estruendo de tambores ni acompañamiento de cornetas, publiqué un artículo en la cueva digital: La Torre de Babel Inteligible. Una suerte de editorial bajo una cabecera que no existía y que me inventé sobre la marcha: en.red.ando. No había nada más: ni portada. ni secciones, ni contraportada o, ni mucho menos, anuncios. Lógicamente no me podía imaginar que aquel texto sería el primero de más de 400 que verían la luz puntualmente el martes de cada semana hasta el 2004. Y que se convertiría en la semilla de una empresa y de múltiples jornadas de iniciativas excitantes, de innovaciones, de invenciones, de alegrías, y de muchas, pero muchas, preocupaciones. Hasta que, finalmente, la quiebra económica apareció como una resolución inevitable y nos hizo ver las cosas de una manera, ¿cómo diría?, más íntima. Nos llegó al alma.
Cuando esto sucedió ya habían pasado 8 años desde aquel primer editorial, Fueron 8 años de un seguimiento diario, casi persecución, de la evolución de la Red, de los que nos hacía como individuos y como colectividades, de lo que nosotros le hacíamos a esta tecnología de plastilina, de los avances simultáneos de la ciencia en múltiples campos y de la tecnología invadiéndolo todo, de la creciente omnipresencia del medio ambiente, de la virtualización de relaciones sociales y de procesos de todo tipo, y de la sociedad que construíamos y nos construía a nosotros envolviendo y dinamizando a todos estos procesos. En pocas palabras, nos habíamos metido en la trinchera en el momento en que todo evolucionaba hacia un cambio de proporciones con consecuencias inimaginables. ¿Hasta dónde iba a llegar aquel vendaval?
Durante los 8 años de vida de la empresa Enredando.com pusimos en marcha redes de conocimiento para entidades públicas, para empresas y para nosotros, impartimos tres Máster de Comunicación Digital por Internet, así como talleres, seminarios y cursos online relacionados con la gestión de conocimiento en red y el diseño y funcionalidades de redes de conocimiento. Trajimos a Barcelona a expertos de diversos países europeos, latinoamericanos y estadounidenses para las tres Jornada en.red.ando, en las que examinamos “más de cerca” “Los sistemas de análisis, tratamiento y presentación de la información que van a cambiar las organizaciones” (27/10/2000(), “La web inteligente: El gran salto hacia la economía del conocimiento” (26/10/2001) y “”Construyendo el espacio virtual”, (31/01/2003), prestando en este ultimo caso una especial atención a los espacios virtuales dedicados a la educación.
Unos años después de cerrar “el kiosko” en julio de 2004, la Editorial de la UOC publicó todos los editoriales en tres volúmenes, Historia Viva de Internet, más las 24 entrevistas que publiqué en la revista electrónica entre 1996 y 2004, en las que, desde sus respectivos y, a veces, antagónicos puntos de vista, reflexionaron sobre su visión de su campo de actividad y el impacto de la evolución tecnológica, personajes como Lynn Margulis, Roderic Guigó, Eudald Carbonell, Stelarc, Alejandro Piscitelli, Pere Puigdomènech, Esther Dyson, José Manuel Pérez Tornero, Alain Touraine o Ramón Margalef, quien me sugirió el título de su entrevista: “No podemos perder de vista que somos animales“. Leerlas hoy nos da una idea en muchos casos de dónde estábamos entonces y hasta dónde hemos llegado ahora. Amén de constituir un cumplido homenaje a Heráclito y una acabada lección de que la Red no sale guapa en la foto-fija.
Para descansar un poco de la agitación diaria y del ritmo a veces desenfrenado de la empresa, la semana de navidad de cada uno de esos 8 años escribí un cuento. Años después los reuní y los publiqué como librito de andar por casa, titulado “Viejos cuentos de Navidad”, y se lo regalé a unos cuantos amigos… por Navidad. Ahora están empeñados en publicarlos, con la posibilidad incluso de hacer una edición multilingüe porque se publicaron en su momento en castellano, inglés y catalán (en catalán faltan por traducir dos, los de 1996 y 1997). Veremos.
Por último, nunca por fin, cuando estaba haciendo proyectos y formación para Citilab, la Fundació La Caixa aceptó financiar la Red Fractal, un proyecto de comunicación social de la ciencia que había ido madurando desde antes de la hecatombe de la empresa, como una evolución enriquecida de las redes de conocimiento experimentadas en en.red.ando. Diseñamos y desarrollamos la plataforma, amén de trabajar una cantidad apreciable de material para prepararlo como el contenido de salida. 14 instituciones respaldaron la idea, como el Centre de Recerca AgroGenòmica, el Institut d’Estudis Catalans, el Museo de la Ciencia de La Coruña o Innolab del País Vasco, además de unos de esos departamentos raros de la UE que se entusiasmó con la idea. A finales de 2012 inauguramos la RF con un centenar de altas. Sólo duró un mes. Un mes en el que bastó para que empezáramos a recoger experiencias insólitas desde el punto de vista de la comunicación social de la ciencia mediante el trabajo colectivo en red de sus miembros, tanto por su nivel, como por su calidad. No hubo explicaciones para el cierre, sólo suposiciones. Con un café delante, más detalles.
Entretanto, y entre otras iniciativas, pusimos en funcionamiento Coladepez.com, un proyecto de innovación social, de reflexión, análisis y comunicación, al que denominamos, ampulosamente, nuestro Think Tank. No le hemos podido inyectar la continuidad que nos hubiera gustado por causas ajenas a la pandemia. El eje central del proyecto de innovación social Coladepez consistía (y consiste) en escribir la Historia Viva de Internet proyecto a proyecto. Esto supone recuperar proyectos cruciales, –aunque no lo parecieran en aquel momento–, que moldearon la forma de actuar y organizarse en Internet y que promovieron, al mismo tiempo, las oleadas de iniciativas innovadoras que determinaron en gran medida el futuro de la Red y de la denominada sociedad del conocimiento.
Nuestro objetivo es que se publiquen en Coladepez dichos proyectos tal y como existieron en su momento, no reseñas u opiniones particulares. Posteriormente, en las secciones pertinentes de Coladepez, se haría el análisis y la reflexión de las razones que los hicieron emerger, quiénes y cómo los llevaron a cabo, a qué tipo de organizaciones dieron lugar, qué resultados obtuvieron y qué organizaciones los hicieron.
Alcanzar los objetivos de Coladepez, por tanto, le corresponde a quienes actuaron en la primera línea de los proyectos que se recuperen, como a quienes los asumieron y asumen todavía como propios. Ellos serán quienes certificarán la fidelidad de la iniciativa en su regreso a la luz, y quienes participarán en la reflexión y análisis de lo que supusieron -y suponen-, así como en completarlos en caso de que el tiempo haya realizado su tarea favorita: desgastarlos, agujerearlos o liquidarlos. No es una tarea fácil. Es un ejercicio de historia, antropología, arqueología, psicología social digital, entre otras disciplinas. Cuesta imaginar cuántas de aquellas iniciativas que “pintaron” el futuro de la Red simplemente han desaparecido, no sabemos de qué iban, qué pretendían, cómo utilizaron o modificaron la tecnología digital para alcanzar sus fines y hasta qué punto han empapado lo que tratamos de hacer hoy. Lo cual no quita que ese pedazo de historia pertenezca a la ignorancia de muchos de los proyectos que hoy resuenan repitiendo lo hecho, lo visto y lo metabolizado una y otra vez.
Podría añadir unas cuantas cosas más, sobre todo desde el punto de vista del trabajo colectivo en red para alcanzar objetivos específicos, la formación online y la consultoría orientada hacia muchas de las materias que he mencionado. Otro día.
Adjunto suficiente material para entretenerse un rato, por lo menos hasta el próximo verano, aunque caiga en invierno.